En la era de la tecnología, con móviles, tablets y televisiones que cuentan con acceso a Internet, son muchos los padres que ofrecen las pantallas a sus hijos para calmarles cuando tienen una rabieta.
Sin embargo, este comportamiento tan generalizado puede provocar el efecto contario y afectar a la reactividad emocional de los menores.
Una investigación reciente llevada a cabo por un grupo de pediatras de Estados Unidos y publicada en JAMA Pediatrics, alerta de que el uso de pantallas en los niños puede generarles problemas en sus reacciones emocionales a largo plazo.
Para demostrarlo, la doctora Jenny Radesky, pediatra del desarrollo conductual y su equipo, observaron las respuestas de 422 padres y cuidadores para evaluar la probabilidad de que utilizaran dispositivos para distraer a los niños.
Por otro lado, también evaluaron el nivel de regulación en el comportamiento de este grupo de niños de entre 3 y 5 años, durante un periodo ininterrumpido de seis meses.
>> Ver Cursos de Psicología Infantil y Juvenil.
Mayor desregulación emocional
El estudio concluye que el uso frecuente de dispositivos digitales para distraer de comportamientos desagradables y disruptivos, como las rabietas, está asociado a una mayor desregulación emocional en los niños. Y esto es particularmente grave en los niños que ya padecen problemas de regulación emocional.
Según Radesky, cuando los padres ven que sus hijos están pasando por un momento emocional complicado y están gritando o llorando por algo, y les dan un dispositivo electrónico para calmarlos, lejos de ayudarlos, lo que están haciendo es perjudicial a largo plazo.
Dos problemas de base
Y es que, según determina este estudio, existen dos problemas cuando se distrae a los niños con las pantallas:
– por un lado, se les quita la oportunidad de enseñarles cómo responder a las emociones difíciles
– por otro lado, las pantallas se convierten en un medio para que los niños obtengan lo que quieren
«Aumentar ligeramente la reactividad emocional de un niño a través de las pantallas significa que, cuando surja una de esas frustraciones diarias, es más probable que el menor tenga una reacción emocional más grande», asegura Radesky.