Durante mucho tiempo ha sido una creencia generalizada que las habilidades matemáticas son innatas, factor con el que se justificaba que una persona tuviera más “sentido de los números” para reconocer diferentes cantidades.
Una habilidad que además se creía que iba mejorando con la edad, por lo que muchos planes de estudio y herramientas para el diagnóstico de problemas de aprendizaje de matemáticas, como la discalculia (trastorno cerebral que hace que sea difícil tener sentido de los números), se han centrado en todos estos aspectos.
Sin embargo, todas estas creencias generalizadas parecen que no estaban en lo cierto, al menos según se recoge en una nueva investigación realizada por la Ben-Gurion University of the Negev (BGU).
El estudio, que ha sido publicado recientemente en Behavioral and Brain Sciences Journal, pone de manifiesto que la forma en la que el cerebro aprende las matemáticas básicas podría alterar los enfoques, lo que facilitaría identificar y enseñar a los estudiantes con problemas de aprendizaje de esta materia.
Los investigadores consideran que, si se es capaz de comprender cómo el cerebro aprende matemáticas y cómo entiende los números y los conceptos matemáticos más complejos que dan forma al mundo en el que se vive, se va a tener una mayor capacidad de poder enseñar esta materia de una manera mas intuitiva y agradable.
El estudio ha puesto en cuestión tanto el denominado “sentido de los números” como el “sentido de la magnitud”, es decir, aquel que permite a las personas hacer una discriminación entre diferentes magnitudes continuas como, por ejemplo, la densidad de dos grupos de manzanas o la superficie de dos bandejas de pizza. Un concepto que, según los investigadores, es aún más básico y automático que el “sentido de los números”.
En este sentido, los investigadores han señalado que la compresión de la relación entre el tamaño y el número es crítica para desarrollar habilidades matemáticas menos básicas. Además, han explicado que a través de la combinación de número y tamaño –por ejemplo, atendiendo al área, densidad o perímetro-, es posible tomar decisiones más rápidas y eficientes.
Una prueba de ello es el dilema que se plantea a la hora de elegir la cola de la caja más rápida en el supermercado. La mayoría de la gente, de forma intuitiva, tiende a colocarse detrás de alguien con una cesta o carro menos lleno, aunque los artículos más grandes son en realidad más rápidos. Una decisión que revela que las personas emplean la correlación entre el número y las magnitudes continuas para comparar las magnitudes. Aparte, el equipo de investigación a su vez pone el foco en el papel que pueden desempeñar otros factores como el lenguaje o el control cognitivo.
Con estas hipótesis, los investigadores esperan que se descubran nuevas formas de identificar la discalculia, que en la actualidad tan solo se diagnostica en niños en edad escolar. Una etapa en la que los escolares que tienen este trastorno ya se quedan por detrás de los compañeros de clase.
Un nuevo enfoque que, para el equipo investigador, permitirá desarrollar herramientas de diagnóstico, que no precisan de un conocimiento formal de las matemáticas, lo que facilitará a su vez diagnosticar y tratar la discalculia antes de la edad escolar.