Además de tener un buen currículo, hay otro paso en un proceso de selección que es decisivo: la entrevista de trabajo. Siempre es recomendable que el candidato se la prepare bien y pueda compilar toda la información previa y fundamental sobre la empresa en la que quiere ocupar la vacante. Pero, a veces, aunque se hayan dado todos los pasos previos para poder superar el encuentro con el reclutador, no sale bien y no se consigue el puesto.
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¿Qué ha podido suceder? La respuesta está en preguntas que, aparentemente, pueden parecer inocentes o fáciles, pero que encierran una cierta trampa porque de la respuesta del candidato dependerá que realmente se sea seleccionado o bien ese magnífico currículum acabe arrugado en la papelera. Son cuestiones que están vinculadas tanto con la vida laboral como con la personal.
Dentro de las personales, una de las preguntas más comunes que suelen realizarse es sobre los defectos del candidato. Bajo ningún concepto, si realmente se quiere conseguir el trabajo, se deben decir frases como “me irrito con facilidad” o “a veces me retraso con la entrega de los proyectos”. Para salir airoso de esta situación, es mejor explicar debilidades que se hayan tenido, pero que en la actualidad formen parte de las fortalezas de uno mismo, para demostrar que se tiene capacidad de mejora continua y que se es una persona transparente.
Esta puede que no sea la única pregunta trampa de tipo personal que el reclutador formule. También es posible que pida que se hable de uno mismo. Y, ¿qué se debe responder? La máxima a seguir es hablar de lo que ayude a conseguir el empleo. Es decir, todo lo que se diga debe estar relacionado, por ejemplo, con logros profesionales o académicos, habilidades y capacidades que puedan ser positivas para el puesto o bien objetivos y metas profesionales que se hayan conseguido. Bajo ningún concepto se recomienda facilitar información personal, según recomiendan desde Trabajando.com y Universia.
Otra pregunta muy habitual es explicar por qué se debe ser el candidato seleccionado en lugar de otras personas. Para ganarse al reclutador, lo más adecuado es hablar sobre la experiencia, habilidades y aptitudes y la trayectoria profesional, poniendo en valor y destacando todos aquellos aspectos que sean más valorados y estén directamente relacionados con el puesto y la función a desarrollar, así como todos aquellos que más valoran las compañías como la comunicación, el liderazgo, la adaptación al cambio… La formación por sí sola o los conocimientos técnicos no son suficientes para marcar la diferencia con el resto de candidatos.
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Aparte de las preguntas más personales, en la entrevista también se suelen plantear otras cuestiones vinculadas con la vida profesional, que hay que saber responder adecuadamente para pasar el filtro de la selección y no caer en la trampa. Por ejemplo, si quieren saber las razones por las que se quiere trabajar en la empresa, la respuesta debe incluir aspectos relacionados con la presencia de la compañía, su evolución y futuro, cultura corporativa… Una información que conviene haber preparado previamente para elegir los mejores argumentos y los más creíbles.
Por supuesto, cuando se ha tenido un empleo anterior, hay una pregunta de la que es difícil librarse: qué se piensa del anterior jefe. Y aquí cuidado porque nunca es bueno hablar mal de ex jefes, compañeros, de la empresa… ¿Por qué? La respuesta es sencilla: se genera desconfianza.
También es frecuente que se pregunte por qué se dejó el anterior empleo. Evidentemente, es otra trampa. La clave para responder es dar una explicación que sea coherente, concreta y honesta. En aquellos casos en los que el despido o la razón del mismo puedan ser complicados o no muy agradables, es recomendable preparar una respuesta de cara a la entrevista. Pero, por muy mala que fuera la experiencia, nunca hay que mentir, sino buscar la forma más correcta, prudente y adecuada de decir la verdad.
Llegados a este punto, si se han superado todas estas cuestiones, se puede pensar que se va a pasar a la última fase del proceso de selección o que se ha conseguido el empleo. Lamentablemente, no tiene por qué ser así. Aún hay una última trampa porque el reclutador puede plantear si se quiere hacer alguna pregunta. La respuesta, en este caso, nunca debe ser ‘no’.
Siempre es conveniente aclarar alguna duda que haya quedado o bien indicar alguna cuestión porque, si no se hace, se puede entender que no existe un interés real por el puesto de trabajo. Y, ¿qué se plantea si no se tienen dudas? Por ejemplo, alguna cuestión sobre el departamento, la forma de trabajar, organización del trabajo… Y todo listo y a esperar la decisión final.
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